Cuando el aire huele a dulce..

Esa noche estaba preparado, la llamó y ella vino a por él. Se fue cuando quiso, lo había gastado todo, despacio, poco a poco saboreándolo con cuidado. Cuando decidió marcharse no le quedaba casi nada, tan solo un puñado de recuerdos que ni siquiera se llevó, no los necesitaba ya.
Hacía ya meses que le estaba robando tiempo al tiempo, un tiempo que no le pertenecía, pero ¡que Caray! ¿Porqué no tomar un poco prestado? Tampoco se lo quitaba a nadie, el tiempo está ahí; ¿Acaso no hay quien lo deja discurrir sin hacer nada con él? Y él necesitaba ese tiempo, era importante conocer a su nieta que estaba por llegar. Verla, olerla, tocar una piel nueva, recién estrenada; mirar aquellos ojos abiertos que tenían todo por descubrir y quizá lo más importante, comprobar por sí mismo que una parte de su vida continuaría en ella; que gracias a él, alguien tendría todo aquello por lo que merece la pena vivir.
Entonces, solo entonces, se sentó en aquel sillón de orejas. Abrió la ventana y dejó que el aire entrara con ese olor dulzón ;se sirvió una copa de oporto y encendió su pipa ,una pipa tan vieja y gastada como él; puso el disco que tantas veces escuchara y seguía emocionándole. Las notas de Albinoni inundaron cada rincón de la habitación, se colgaron de las fotografías de la cómoda, acariciaron las alfombras, un poco ajadas ya, y poco a poco, con suavidad, fueron penetrando por todos y cada uno de los poros de su piel.
Cerró los ojos y tuvo un último pensamiento: Ahora es cuando me quiero ir, estoy preparado, te espero.
Y simplemente dejó que su corazón se parara.
Cuando el aire huele a dulce...